domingo, 6 de enero de 2013
Más que un club
Los clubs de lectura son una de las maneras más silenciosas, discretas, modestas y más eficaces para mantener conectada a esa fauna dispersa que somos los lectores. Que la gente se reúna para compartir libros, seguirlos agitando en la coctelera de su cabeza y debatir sobre ellos con personas con puntos de vista dispares es un ejercicio enriquecedor y un placer que hace que la lectura sea un caldero que no deja nunca de bullir pese al gélido panorama que nos circunda. Cuando se habla de los “actores” (expresión que siempre me ha parecido un palabro) del libro se nombra a autores, editores, agentes, distribuidores, traductores, libreros… a veces se acuerda alguno de los correctores. Pero casi nadie se acuerda de incluir en esa red hecha de muchos hilos a los clubs de lectura. Tal vez su labor queda en el olvido mediático porque su hábitat son las bibliotecas públicas de barrio y los lectores de a pie. En la biblioteca de mi pueblo hay ciudadanos (en realidad, ciudadanas) que de manera voluntaria y esforzada se alían con la dirección de la biblioteca para organizar esos encuentros que mantienen a la gente reunida, leyendo y pensado, que no es moco de pavo. Y un raro ejemplo de alguien que sí pone en valor los clubs de lectura es el programador cultural de Biblioteques de Barcelona Óscar Carreño. Cuando caigo en la fácil tentación de despotricar de la apatía y horarios fabulosos de los funcionarios públicos, generalizando de manera errónea, me vienen a la cabeza Carreño y de su jefe, Juanjo Arranz. No son chupatintas, si hay que remangarse se remangan: yo los he visto a los dos cargar a mano cajas de libros que pesaban como muertos y tirar de carretilla para que una nueva biblioteca tuviera unos cuantos libros más en sus estanterías. A mí me parecen una especie de brigada móvil bibliotecaria, que coordina con muchas bibliotecas programaciones de eventos y tratan de echar leña a las calderas de la lectura para que sigan echando humo. No sé cuál es su horario pero los he visto muchas veces a las tantas en una presentación de un libro o una charla en esta o la otra biblioteca. Y siempre con una sonrisa, sin mirar nunca el reloj, destilando un entusiasmo inagotable por su trabajo. Óscar Carreño, además, ha escrito un pequeño (pero intenso) libro titulado Clubes de lectura (publicado por la UOC) donde analiza su funcionamiento, reflexiona sobre su modus operandi y, sobre todo, es una apasionada declaración de amor a la lectura. Yo no me inscribiría en un club que me admitiera como socio… excepto si fuera uno de esos clubes de lectura donde Carreño, Arranz y tanta gente de las bibliotecas logran que la llamita de los libros no se apague.
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