«Django desencadenado» (2012), dirigida por Tarantino, es una de las películas que más han ayudado a revitalizar el género, según las editoriales
La novela del Oeste nació en la frontera norteamericana, campó por varios continentes y ha tenido tantos detractores como defensores. Algunos han sido los Shakespeare del género –debido al abordaje de sus arquetipos– y otros, sus peores enemigos... Todo depende del aliento del escritor y el perjuicio del lector. Ahora, varios sellos editoriales, cosncientes de la enorme cantidad de seguidores que tiene, reeditan sus títulos más emblemáticos. Desde Owen Wister a Cormac McCarthy, mucha letra se ha impreso con esa temática, como la de Oakley Hall, que le sacudió al «western» sus complejos cuando en 1958 escribió «Warlock» (publicado por Galaxia Gutenberg, que acaba de editar «Bad Lands») y serviría de fundamento para la película «El hombre de las pistolas de oro» y estuvo a un paso de ganar el premio Pulitzer. Thomas Pynchon la celebró como «una de nuestras mejores novelas americanas».
Hall vistió la novela de tiros largos a diferencia de otras de la antigua usanza. Diez años más tarde, Charles Portis, uno de los reporteros del «Herald Tribune», dejó su corresponsalía londinense y se retiró a Arkansas para escribir «Valor de ley» (publicada en Bruguera y reeditada ahora en Debolsillo al rebufo de la película de los hermanos Coen), que mereció encendidos halagos de Tom Wolfe. Y el Pulitzer que acarició Hall se lo llevó en 1985 Larry McMurtry con «Paloma solitaria», que es la crónica de la conducción de un rebaño desde la frontera de Texas hasta los pastos de Montana. En ella se basó McMurtry para abordar el guión de la película «Brokeback Mountain». Anagrama acaba de publicar «Los hermanos Sisters», de Patrick Witt en la que se subvierte el género en emocionante, divertido y conmovedor, sin obviar los arquetipos vagabundos, los locos o los burdeles. De igual modo, la editorial Valdemar recupera el género con su colección «Frontera», y va por su segundo título: «El trampero» de Vardis Fisher. Además, Almuzara reedita los mejores títulos de Marcial Lafuente Estefanía, que llegó a firmar 3.000 novelas. Para no pocos expertos, entre la conquista del Lejano Oeste pura y dura, su emigración a Europa –con la consiguiente escala en nuestro país– y la actual literatura de frontera, hay una transición que pasa por «On the road» de Kerouac y las numerosas «road movies» que tanta carne fresca han dado al séptimo arte.
Público fiel
El director de comunicación de Almuzara, José María Arévalo, asegura que «nunca han dejado de gustar las novelas del Oeste... Lo que han dejado es de reeditarse. Son géneros –como el negro o el romántico– que tienen públicos fieles. Desde mi editorial, como sucede con otras, lo que intentamos es que salgan del circuito de segunda mano y vuelvan a considerarse novedades en las editoriales. El cine de Tarantino, con ''Django desencadenado'', o el de Clint Eastwood nos han ayudado, claro. Pero no depende de la demanda del lector, sino de la oferta del editor. El lector siempre quiere devorar tinta cargada de arquetipos –el bueno, el malo, el sheriff, el caballo flaco, el forajido... Solamente tienes que dárselo, como acabamos de hacer, amén de con las reediciones de Marcial Lafuente Estefanía, que siempre son un éxito, con ''El vaquero indomable'', de Edward Abby, el de ''La banda de la tenaza'', que Kirk Douglas protagonizó en la gran pantalla. Es un género eterno», asegura. Jorge Herralde explica el porqué de la edición, como novedad de «Los hermanos Sisters»: «Aparte de las cartas de Calamity Jane, la famosa pareja del pistolero Wild Bill Hickok, no hemos publicado literatura del Oeste hasta ahora; sin embargo, es un género que puede ser un perfecto envase para novelas que lo revisiten con dosis de humor como ha hecho Patric deWitt con ''Los hermanos Sisters'' que parecen primos de los Coen"», asegura.
Desde Galaxia Gutenberg, que ha editado «Bad Lands», comentan que «el género sigue vigente porque permite enfrentar a los personajes a situaciones extremas, en los márgenes de la civilización, cuando el individuo está solo y nada le sirve de apoyo, ni la ley ni la autoridad. En las novelas del Oeste no hay medias tintas, un espacio de tierra es el universo entero y por él se mata o se muere. Lo mismo ocurre con un caballo, un rebaño de reses, una mujer o un hombre. Y Oakley Hall utiliza magistralmente el género para descifrar en lo más hondo la especie humana». En cuanto a las ventas (el resto de sellos aún no tiene resultados), afirman que «nos han sorprendido en positivo. Creo que su público es muy amplio, no existe el lector sólo de ''westerns', como sí puede pasar con la ciencia ficción o la fantasía. Un ''western'' lo lee cualquiera. Por eso el año próximo publicaremos una tercera novela de Oakley Hall, cuyo título no deja lugar a dudas: ''Apaches''».
El primero en retratar el Oeste, como paisaje mítico y fronterizo, con climas extremos, largas distancias, muchas balas y conductas legendarias fue Owen Wister, con «El virginiano», que alcanzaría fama en el cine y con la que comienza a gozar de difusión a principios del XX. En su estela llegarían Stewart Edward White –el mejor para no pocos aficionados– y el mítico Zane Grey, ex jugador de béisbol que se enamoró de la frontera durante una expedición para cazar pumas y al que se debe la gran popularidad y de este género, en buena medida gracias a las adaptaciones cinematográficas. Entre 1920 y 1945, se publicaron 162 cabeceras distintas y sólo en 1940 se ofrecían en los quioscos 36 diferentes «pulp magazines».
Ángeles López .
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