Al parecer, la tal Jeanine Foucaprez es una réplica exacta de Scarlett Johansson, hasta el punto de que algunos de los otros personajes de la novela están convencidos de que es ella. Pero no lo es. Y estamos hablando de una ficción. Mrs. Johansson, no de un reportaje en una revista de prensa rosa ni de la publicación de unas fotos robadas de su iPhone.
Scarlett Johansson se ha propuesto paralizar todas las traducciones y adaptaciones al cine de La première chose qu'on regarde, acusando aGrégoire Delacourt (autor también deLa lista de mis deseos, editado en España por Maeva) de “uso ilícito y fraudulento de sus derechos personales”. Hasta ahora, lo único que ha conseguido es darle una gran publicidad al libro, claro: La première chose qu’on regarde salió a la venta hace dos meses y medio en Francia y ya se ha situado entre los libros más vendidos.
El autor del libro asegura haberse quedado a cuadros: “Me he quedado estupefacto y estoy muy triste. Yo esperaba que me mandara un ramo de flores o algo así porque este libro es, en cierto modo, una declaración de amor”. Más allá de la sinceridad u oportunismo de Delacourt, que no juzgaremos, por desconocimiento, defendemos el derecho del autor a utilizar la imagen de la actriz como recurso. “Estos famosos conviven con nosotros todo el tiempo. El culto a la celebridad ha sido impuesto por los medios de comunicación, la prensa e Internet. Mi intención era en parte hacer una sátira de este mundo en el que todo se vive a través del prisma de los famosos”, ha declarado.
Si Scarlett Johansson no quería formar parte del imaginario colectivo, más le hubiera valido no dedicarse al cine ni a todo el material publicitario con el que alimenta los deseos más íntimos del personal. ¿Puede un escritor jugar con ello? Sí. Esperemos que la justicia francesa opine lo mismo.
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