"Yo nací en Álamos, bajo un sol de fuego. Nada me puede quemar."
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de María Félix (1914–2002), la mayor estrella del cine mexicano y una de las presencias más poderosas de la cinematografía iberoamericana. Y sabemos que hoy es el día pese a los reiterados jugueteos con su edad de la interesada y de sus adoradores. «María Félix ha nacido en muchas fechas, pero siempre en el mismo lugar. Sus ocasionales biógrafos la hacen saltar de un año al otro y de mes en mes. El pintoresco Henry Burdin (La mexicaine, París, 1982) para quitarle años hace que se case cuando cumple catorce y tenga su único hijo a los 15″, constata Paco Ignacio Taibo I (1924–2008) en un libro exquisito que hoy merece la pena rescatar: María Félix. 47 pasos por el cine, editado en 2008 por la extinta Bruguera que entonces dirigía, en la breve resurrección del histórico sello, Ana María Moix. Para despejar la incógnita, Taibo recoge la copia de la partida de nacimiento de María de los Ángeles Félix que fija el ocho de abril de 1914 como fecha verdadera.
Es el arranque de una preciosa biografía tramada a partir de las 47 películas interpretadas por la mítica actriz. Una decisión oportuna en tanto que “el cine hizo a María”, asegura el autor. «El cine no sólo la hizo famosa, sino que la hizo tal y como ahora es. Del cine tomó no sólo la fama y el dinero, sino también personalidad, estilo, vigor, altivez. Pasa María por el cine aprendiendo de sus personajes y fingiéndose ella misma un personaje más, hasta el punto de que realidad y ficción se mezclan y amasan».
María, un carácter de “voluntad y desafío”, tiene la ambición y la decisión de dejarlo todo atrás para hacerse un nombre, y encuentra la ocasión de hacerlo cuando Fernando Palacios la descubre para el cine. En la emergente cinematografía mexicana de los primeros años 40, María Félix, La Doñadesde su tercera película, Doña Bárbara, encuentra un hueco por ocupar. Si Isabela Corona era “la gran actriz”; si Gloria Marín “la belleza mexicana”; si María Elena Marqués “la juventud ingenua e inexperta” y Andrea Palma un misterio indescifrable, «faltaba la mujer que negara la servidumbre tradicional y folklórica de la hembra de México, faltaba la belleza agresiva, la acción desprejuiciada. El hueco era tan manifiesto que parecía estar llamando a una nueva presencia que no se vislumbraba. María se fue haciendo a la idea de que esa ausencia sólo podía ser cubierta por una sola persona: ella misma».
Es un placer recorrer la vida de la Félix mecidos por la excelente prosa mestiza de Taibo padre, asturiano exiliado en México, y hacer nuestra su admiración prudente hacia una actriz que tantos entusiasmos despertara. Su punto de vista, y eso es quizá lo que lo hace excepcional, parte del escepticismo hacia las películas de Félix –«uno, que no tiene especial aprecio a sus films, que está a punto de negarlos»–, tanto como del reconocimiento de que su aparición hacía buenas las peores películas, que “desplaza” con su presencia. «Con toda seguridad el mejor film de María es el que no hemos podido ver, pero que acaso algún día se haga posible; la película de los mejores momentos de sus películas. Porque en el fondo no nos importan los argumentos, las historias ni tan siquiera sus oponentes; lo que importa es ver a María Félix», esa «asombrosa estatua que se sabe reina».
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