jueves, 9 de mayo de 2013

Laura Gallego: «Desde Tolkien ha llovido mucho»


Laura Gallego: «Desde Tolkien ha llovido mucho»
Cómic basado en «Memorias de Idhún», de Laura Gallego (SM Ediciones)
Empezó a escribir con diez u once años, a publicar a los veintiuno, y hasta hoy no ha parado; una carrera jalonada de premios –el Barco de Vapor, que ha conseguido en dos ocasiones, y el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil– y de novelas. Historias como «Memorias de Idhún», la trilogía que nos transporta al universo de los tres soles y las tres lunas, han convertido a Laura Gallego, más que en un referente de nuestra literatura fantástica, en la número uno. Título que revalida ahora con«El libro de los portales» (Minotauro).
Llevaba rondándole por la cabeza desde 2006 o 2007, porque –explica– sus obras no son fruto de una inspiración súbita: «Las voy pensando y rumiando». «Como lectora –asegura–, siempre me ha llamado la atención el hecho de que en las novelas fantásticas aparecen portales: el mago de turno invoca un portal, los personajes lo atraviesan y surgen al otro lado. Los portales están ahí, pero nadie explica cuál es su funcionamiento. Son elementos de atrezo, algo secundario.» Que Laura Gallego convierte en el eje de su última fantasía.
¿Qué le diría a quienes consideran que la fantasía es un género para niños?
Que lean a George R. R. Martin, el autor de «Juego de tronos», y cambiarán de opinión. Dentro del género fantástico hay fantasía para niños, fantasía para adultos, fantasía para todo el mundo, igual que puedes encontrar libros de misterio para niños, para mayores... La edad no tiene nada que ver.
¿Vive el género fantástico un renacimiento en España o siempre ha gozado de buena salud?
No, en España ha sido un género muy menor. Ahora nos hemos abierto más al género fantástico. El auge empezó en la década de los ochenta, pero ha estallado ahora. Es una cuestión generacional. Pienso en la gente de mi edad, los que tenemos treinta y tantos años; gente que leímos en nuestra adolescencia «El señor de los anillos» y vivimos la eclosión de los juegos de rol y el estreno de «La guerra de las galaxias». Los que éramos niños en los ochenta somos hoy adultos; y algunos de nosotros estamos escribiendo y seguimos siendo aficionados a la fantasía. Más tarde, en los noventa-y-muchos, vino Harry Potter y una nueva generación se aficionó a la fantasía; con lo cual ya somos dos generaciones. Se trata de una fantasía que nos viene de fuera, porque aquí nunca ha habido mucha tradición. La última gran tradición que tuvimos fue la de los libros de caballerías en el siglo XVI, y ya sabemos cómo terminó. Desde entonces, en España la fantasía ha sido considerada un género menor. Sales de nuestras fronteras, en cambio, y la literatura fantástica es un género como cualquier otro, con grandes autores.
Ha mencionado los libros de caballerías. Su tesis doctoral versa sobre «Belianís de Grecia», de Jerónimo Fernández; una obra de 1579.
Los libros de caballerías son los grandes «best sellers» del siglo XVI y son, sin lugar a dudas, literatura fantástica. «Belianís de Grecia» fue una de las sagas más importantes de aquel siglo: Cervantes la leyó y hay episodios del «Quijote» que remiten al «Belianís».
En todas las entrevistas le preguntan por su libro preferido, «La historia interminable», de Michael Ende, así que hablemos de otra cosa. De «Macbeth», por ejemplo.
De todas las obras de Shakespeare, es mi favorita. Me maravilla cómo Shakespeare juega con la idea del elegido, la forma que tiene de darle la vuelta a la idea de la profecía. El elegido y la profecía son elementos clásicos de la literatura fantástica y de los cuentos de hadas: es muy habitual que el protagonista no sea nadie o sea un chico humilde que, según tal o cual profecía, traerá la paz al mundo, o derrotará al malvado, o será rey de no sé dónde. Es el elegido porque está profetizado así y porque es su destino, no puede escapar de él... Las brujas de «Macbeth» hacen una profecía, sí, y todas las cosas que profetizan se van cumpliendo; pero no de la manera que Macbeth espera. Me parece una obra brillante.
Da la impresión de que toda la literatura fantástica se resume en Tolkien. ¿Hay vida más allá de «El señor de los anillos»?
Tolkien escribió hace más de cincuenta años. Fue el padre de la literatura fantástica moderna, pero desde entonces ha llovido mucho. Yo he disfrutado de Tolkien; mis modelos, sin embargo, están en otra parte.
¿Dónde?
En tramas más novelescas que épicas. En «La historia interminable», que he leído más de veinte veces. Y en el «Ciclo de la puerta de la muerte», de Margaret Weis y Tracy Hickman.
A los veintiún años ganó el Premio Barco de Vapor con «Finis Mundi». Era el primer libro que publicaba y el decimocuarto que escribía. ¿El que la sigue la consigue?
El que la sigue tiene más posibilidades. Siempre he pensado que la literatura no es cuestión de talento, sino de vocación. Cuanto más escribo, mejor lo hago, más voy aprendiendo. Comparo mis primeras obras con las de ahora y no tienen nada que ver. Es cuestión de práctica, de haber escrito miles de páginas. No es algo que te suceda en dos días. Hay escritores a los que les funciona su primera novela, pero en la mayoría de los casos no es así. A base de practicar y practicar y practicar, al final aprendes.
Con once años escribió su primera novela, «Zodiaccía, un mundo diferente». ¿Cómo era aquella Laura Gallego?
Le gustaba mucho leer, igual que ahora. Y creo que era bastante más tímida que ahora. Cuando empecé a escribir esa novela no pensaba en ser escritora. Me gustaba imaginar historias, historias que escribía para mí, historias que quería sacar fuera de mi cabeza. «Zodiaccía» fue un reto. A medida que la escribía me di cuenta de que disfrutaba y de que, cuando la terminara, quería escribir más historias.
La escribió con una amiga que, años más tarde, profesó en una orden religiosa. Le envía todas sus novelas. ¿Qué opina de ellas?
Ya no se las envío todas, porque hubo un momento en que me dijo que algunas le asustaban un poco.
En 2012 logró el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por «Donde los árboles cantan».
Supuso el reconocimiento de la crítica y de las instituciones, reconocimiento que se sumaba al de los lectores. Porque a veces parece que esté reñido que un autor tenga éxito, sea comercial y guste a la crítica.
«Memorias de Idhún», uno de sus grandes éxitos, prosigue su andadura, ahora en cómic. ¿Qué le aporta el cómic a la historia original?
Sobre todo, imagen; un referente gráfico, una especie de ilustración oficial. En el cómic, los personajes y su mundo se ajustan bastante a lo que yo había imaginado. Los lectores pedían imágenes: me llovían sus dibujos.
«Las escenas de sexo, en las películas y en los libros, me aburren tanto como las persecuciones de coches», ha declarado. ¿Qué cosas le gustan?

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