En el Día del Libro confluyen varios tipos de compradores. Por un lado están los que se dejan guiar por los dictados de la moda y regalan lo que ven expuesto en lugares destacados. También tenemos los hipsters de turno que se dejan guiar por el boca a boca. No podemos olvidarnos de los que van con prisas porque quieren quedar bien con la pareja y compran lo primero que ven, después de un interrogatorio superficial con el hastiado librero. Y, claro está, existen los compradores de exquisiteces, libros molones, regalables, casi siempre ilustrados y, ¡ay!, generalmente caros. A esta última categoría (los libros regalables, no los caros, me refiero) le dedicaremos la presente entrada del blog.
Vaya por delante que el Día del Libro no parece el más indicado para comprar un tocho de cinco kilos e ir cargando con él por media ciudad, pero allá cada cual. Yo solo doy ideas.
Puestos a comprar un libraco, háganlo a lo grande y, si son cinéfilos, recréense en las páginas de Los archivos de James Bond, de Paul Duncan. Ya me referí a esta colección cuando hablé de Pedro Almodóvar (y no se pierdan el libro dedicado a Stanley Kubrick), así que me perdonarán la insistencia, pero es que se trata de una edición cuidadísima, con fotografías impresionantes, un texto muy ameno e interesante, una temática lo suficientemente friki y, sobre todo, los elementos que lo hacen imprescindible como material cinéfilo regalable para el Día del Libro: es un tochazo, es carísimo, y mola.
Puestos a comprar un libraco, háganlo a lo grande y, si son cinéfilos, recréense en las páginas de Los archivos de James Bond, de Paul Duncan. Ya me referí a esta colección cuando hablé de Pedro Almodóvar (y no se pierdan el libro dedicado a Stanley Kubrick), así que me perdonarán la insistencia, pero es que se trata de una edición cuidadísima, con fotografías impresionantes, un texto muy ameno e interesante, una temática lo suficientemente friki y, sobre todo, los elementos que lo hacen imprescindible como material cinéfilo regalable para el Día del Libro: es un tochazo, es carísimo, y mola.
Si lo que les va es la fotografía y el cajero automático de la Rambla no les deja sacar los dos mil quinientos euros que cuesta Sebastião Salgado. Génesis, no pasa nada: cualquiera de los títulos de la trilogía de Joaquín Araújo que forman Tierra, Agua y Airemerece la pena. Y, si son de los que piensan que un buen libro de fotografía no tiene por qué ser un libro caro de narices, quédense con esta referencia: Curiosidades y anécdotas de la Barcelona antigua, en el que vemos un centenar de imágenes de la Ciudad Condal tomadas en la primera mitad del siglo XX; es, al mismo tiempo, un buen libro de fotografía, de historia de Barcelona y de historia de los fotógrafos catalanes.
Pero no solo de libros y rosas vive uno: también hay que llenar el buche. Por eso suele ser buena idea regalar libros de cocina, algunos de los cuales tienen ediciones primorosas. Si la persona a quien se lo va a regalar es una cocinillas y ya no le basta con los recetarios al uso, busquen la última edición del Larousse gastronomique en español, una auténtica enciclopedia de referencia, con prólogos de Santi Santamaría y Andoni Luis Aduriz. Insisto: no es un recetario sino una enciclopedia; de nivel bastante avanzado, añado.
La infancia es un buen filón para regalar libros monos. En este aspecto, sus hijos, nietos, sobrinos o primitos agradecerán casi cualquier libro de la editorial Kalandraka, desde Kipling ilustrado hasta Diógenes. Y, si están pensando en niños demasiado pequeñitos como para leer, los cuadernos de mandalas que edita MTM están muy, pero que muy bien.
Por último, si lo que ustedes querían era regalar libros por el texto en vez de por las fotitos, y esta entrada les está decepcionando, no pasa nada: Galaxia Gutemberg y Círculo de Lectores tienen mucho material regalable que hará sus delicias. La primera acaba de realizar una edición definitiva del Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, y la segunda tiene unas cuantas perlas que de vez en cuando salen a la venta para no socios, y que merecen la pena por los cuatro costados. Si dejamos de lado las ediciones emblemáticas de toda la vida (el Quijote ilustrado por Antonio Saura y laDivina comedia ilustrada por Miquel Barceló son dos valores seguros), reconozco mi debilidad por El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, con ilustraciones de Ángel Mateo Charris.
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