Los comienzos en los relatos de Tidbeck son un aterrizaje forzoso en un mundo bajo otras reglas. Beatrice, el primer relato, que puedes leer en este enlace, comienza así: "El doctor Franz Hiller se enamoró de un dirigible". Poco después, la autora salta al vacío con una descripción erótica, suntuosa, del zeppelín: "Tenía el cuerpo ovalado y orondo, la piel, de un brillo apagado, bien tensada alrededor de un esqueleto de acero suavemente redondeado [...]. Beatrice era perfecta [...]. Franz sentía que ella le dedicaba toda su atención, notaba el ardor de su mirada sin ojos.". Sin metáforas, sin metaliteratura, sin excesos retóricos. Prosa de cirujana para describir no una fantasía, sino otra realidad: "Solo puedo explicarlo de una forma visceral. Para mí, es la forma en la que se expresa el fantástico. Digámoslo así: Estoy más interesada por escribir historias dentro de lo extraño".
La literatura extraña —término acuñado por el autor gótico Sheridan Le Fanu y llevado a su finura teórica por H.P. Lovecraft en su célebre ensayo El horror en la literatura(Alianza Editorial, 1927)— está viviendo un momento dorado en Europa. Y con autoras como principales protagonistas. Desde Rusia, Anna Starobinets con su antología Una edad difícil (Nevsky, 2012); en Italia, Lorenza Ghinelli conEl devorador (Suma de letras, 2012); en España, cuentos como Céfiro de Sofía Rhei, incluido en la revistaPresencia humana (Aristas Martínez, 2013); y desde Suecia Tidbeck, que ha sublimado este estilo que desdibuja la frontera marcada por el filósofo Tzvetan Todorov entre lo maravilloso, lo realista y lo fantástico para forjar ese new order que la obsesiona: "Prefiero estar dentro de la dimensión alienígena, describiendo de la forma más precisa, concreta y transparente sus reglas, que estar fuera y narrar ese encuentro, desde un punto de vista externo, con lo maravilloso y lo fantástico". Una idea que lleva al extremo en un relato de esta colección, Pyret, en el que Tidbeck inventa a una supuesta criatura del folclore nórdico y la acompaña de un exhaustivo recorrido bibliográfico por obras reales a las que añade citas ficticias.
Jagannath sube el último peldaño en la escalera creativa con un relato del mismo título que la antología, el más extremo y el más asombroso en una colección prolija en lo insólito. No fue escrito de manera convencional, sino que aprovechó la tortura literaria a la que se someten los escritores que participan en el Clarion Writers' Workshop, uno de los más prestigiosos talleres literarios a nivel mundial de género fantástico y cantera de autores como George R.R. Martin u Octavia Butler: "Son seis semanas, a relato por semana. Tienes 17 compañeros que te criticarán sin piedad. Después de unos cuantos días, la gente se volvía un poco loca. La gente se hacía pedazos poco a poco porque escribir historias a semejante ritmo te deja tocado el cerebro. Cada vez escribíamos cosas más y más raras. A la quinta semana, se hacen historias que uno no sabía que era capaz de hacer. Y a la sexta semana, estabámos más allá. Jagannath es de la sexta".
Pero todo este esfuerzo persigue ambiciones que van mucho más allá de lo literario para Karin Tidbeck, un plan que la escritora enuncia más en serio que en broma: "Mi plan secreto es cambiar la realidad. Y como la realidad se construye con un consenso, si cambiamos este, podemos cambiar la realidad. Sueño con ese día en el que uno de mis lectores caminen por la calle y de pronto se cruce con un ciempiés gigante. ¿No sería maravilloso?".
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