El libro empieza con unos versos de la feminista norteamericana Adrienne Rich, y en ellos sobresale el pensamiento que sirve de guía a la poeta española: “Las palabras son mapas”. Y, como introducción a los seis apartados de la obra, Pérez Cañamares nos dice con qué materia va a unir estos mapas: “Antes de salir al mundo, levanta / un memorial a los ahogados”. En las secciones siguientes -cuyos títulos son los nombres de los puntos cardinales y “Los tesoros”-, así como en el epílogo, confirma su impulso rebelde. Nunca con sensiblería, propaganda o fáciles consignas. Tampoco a la manera de nuestros escritores sociales de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Con una base autobiográfica, en las páginas de Las sumas y los restos aparecen denuncias más extensas. Al tiempo que evoca la niñez, vivida en un ambiente económico modesto, la autora se analiza críticamente. Reconoce la humildad frente a un árbol; alude a un dardo que la limita; recuerda su juventud dispuesta a bailar con el caos. Se detallan las soledades del hombre moderno en sus islas repletas de artilugios para la comunicación. “Es el gueto que levantamos / dentro de nosotros”, nos advierte. Ella ha sentido la escritura como barandilla desde donde observa el mundo sin caerse.
“Fuerza” es el vocablo que con exactitud define la literatura de Ana Pérez Cañamares. Una energía llegada de las pequeñas verdades personales. Resulta especialmente vibrante el poema donde describe a una hermana nacida en otra familia, marcada por la miseria ajena, en un país remoto. Asimismo destaca un excelente texto dedicado a la intensidad. En las horas de sumisión vigila la conciencia y ve “cómo se llena de verdín / y se hace resbaladiza”.
Un mérito adicional. Leemos a una escritora culta. Después de citar a la mencionada Rich, transmite los versos de cinco poetas extranjeros del siglo XX: el estadounidense O'Hara, el polaco Zagajewski, el sueco Martinson, la inglesa Levertov, el israelí Amijai. Sus palabras pertinentes consolidan las de una obra, Las sumas y los restos, que prueba la madurez poética de Ana Pérez Cañamares.
[CUÁNDO TE HACE FALTA, DICE LA MUJER]
"Cuando te hace falta", dice la mujer
al pasar bajo mi ventana, "aunque sea
arrancas piedras con los dientes".
Y se aleja masticando el vacío
con dientes mellados de tanta falta.
[PARA MI MADRE LA REBELDÍA]
Para mi madre la rebeldía
las monerías insulsas
los cuentos, la casa limpia
la nieta rubia como ella
pero nunca le leí los poemas
que hablaban de lo que importaba.
Quise creer que no los entendería:
en realidad no quería asustarla.
Sufríamos idénticas tormentas
pero yo nunca aprendí a callar.
Su elegancia hecha de silencios
sus mazmorras ocultas a la vista.
Yo prefiero la tortura pública.
Corres en maratones por la felicidad.
Ahora, madre, ya no estás para ver
cómo vomito después de alcanzar la meta
ni cómo, a veces, levanto un trofeo
y lo miro incrédula, con tus ojos.
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