jueves, 29 de noviembre de 2012

“La vida de Pi”, del papel a la pantalla



Desde Lo que el viento se llevó hasta Harry Potter, decenas de libros vendidísimos y adorados por el público se han convertido en grandes éxitos de taquilla. No supuso, por tanto, sorpresa alguna que el cine tuviera la extraordinaria novela de Yann Martel, La vida de Pi, en el punto de mira tan pronto como fue publicada. El libro narra la extraordinaria historia de un muchacho que sobrevive a un épico viaje a través del Pacífico junto a un tigre de Bengala, después de que su familia haya perecido en un naufragio. El director Ang Lee, ganador de un Oscar, ha sacado la aventura del papel llevándola a la gran pantalla para crear una apasionante aventura en 3D que constituye una afirmación de la vida. La película es una producción independiente que se puede ver sin que importe que los espectadores hayan leído el libro o no. Por Elaine Lipworth
A Hollywood le encanta una nueva historia. Si un libro contiene una narración impactante, unos personajes con los que es posible sintonizar y una trama apasionante, hay grandes posibilidades de que acabe en la gran pantalla. A lo largo de las décadas, las películas memorables basadas en libros han ido desde clásicos como Las uvas de la ira hasta Desayuno con diamantes. La lista es inacabable. Resulta curioso que seis de las nueve películas candidatas al Oscar de este año (Los descendientes, Moneyball: Rompiendo las reglas, La invención de Hugo, Caballo de batalla; Tan fuerte, tan cerca y Criadas y señoras) estén basadas en libros populares. Entre las destacadas películas pendientes de estreno inspiradas por la literatura se encuentran Lincoln, basada en el libro de Doris Kearns Goodwin, galardonado con el Premio Pulitzer, sobre el legendario presidente norteamericano; El Atlas de las Nubes, de David Mitchell, y el clásico de J.R.R. Tolkien, El hobbit: Un viaje inesperado.
El apetito de la industria por obras tanto de ficción como basadas en hechos reales parece insaciable, lo que tiene todo el sentido para la guionista Aline Brosh McKenna. “Los libros siempre han sido para Hollywood un gran e inagotable recurso”, asegura Brosh McKenna, que adaptó El diablo viste de Prada, con Meryl Streep en el papel protagonista, de la vendidísima novela deLauren Weisberger. A ella también se debe la adaptación cinematográfica deUn lugar para soñar, interpretada por Matt Damon y Scarlett Johansson.La película se basaba en las conmovedoras memorias de Benjamin Mee,propietario de un zoo. “Si recorremos la lista de nuestras películas favoritas, hallaremos entre ellas muchos, muchísimos libros”, asegura. “Un elevado porcentaje de las películas de Hollywood son adaptaciones. Es más difícil lograr que los guiones originales lleguen a realizarse porque cuando se tiene un libro, es posible decir: ‘Esto es lo que pretendemos’, lo que racionaliza el proceso”.
¿Con qué películas disfrutó especialmente la escritora? “Me encantan las películas de Harry Potter. Tuvieron diferentes realizadores pero mantuvieron de principio a fin su ‘Harrypotterismo’, lo que resultó harto impresionante. El talento de Mr. Ripley (basada en el libro de Patricia Highsmith), dirigida por el difunto Anthony Minghella, es una de mis favoritas; y me apasiona El paciente inglés, también de Anthony Minghella (basada en la novela de Michael Ondaatje). Es algo asombroso. Minghella era un magnífico adaptador de libros que la gente pensaba que sería difícil convertir en películas. Una y otra vez no ha faltado quien haya dicho que ‘este libro es inadaptable’ y a continuación alguien consigue adaptarlo maravillosamente, como Ang Lee en el caso de La vida de Pi”.
Pero, antes de que Ang Lee se enrolara en el proyecto, el autor Yann Marteldistaba mucho de estar convencido de que con su libro pudiera hacerse una buena película. “Cuando ellos (Twentieth Century Fox) hablaron conmigo por primera vez sobre el asunto, pensé que estaban locos”, dice, riéndose, Martel. “¿Cómo puede alguien sacar una película de este relato? Es verdaderamente complicado. Se desarrolla en el agua con animales. Es fácil escribir frases como ‘el barco se hundió’ o ‘hay un muchacho en un bote salvavidas con un tigre’; pero, ¿podría yo imaginar al chico y a la fiera en la pantalla de una forma que fuera creíble? No. La novela es esencialmente muy cinematográfica en el contraste de colores y en la belleza del Pacífico, pero por motivos técnicos no creí que pudiera funcionar. Pensé que sería imposible transformar una novela de 320 páginas en un guión de 210 páginas para una película de dos horas sin perder algo”. Fueron necesarios un guión hábilmente adaptado por David Magee(Descubriendo Nunca Jamás) y el hombre al que Martel describe como el “director perfecto”, antes de que se convenciera de que su adorada novela no se vería mermada en modo alguno.
“Ang Lee es un brillante realizador que hace maravillosas películas”, afirma el novelista. “Yo confié en Ang porque es muy polifacético y capaz. Ha realizado películas de gran presupuesto con efectos especiales como Tigre y dragón. Y también es muy bueno dirigiendo películas con matices emotivos como La tormenta de hielo y Brockeback Mountain”.
Sin duda, Lee y el proyecto estaban hechos el uno para el otro. La novela, ganadora en 2002 del Premio Man Booker, es muy visual y tiene una trama fantástica, apasionante y desconcertante. El personaje central es Pi Patel, un adolescente criado en la ciudad india de Pondicherry junto a su familia, que es dueña de un zoo. Los Patel deciden emigrar a Canadá y emprenden viaje en un carguero junto a muchos de sus animales. Una tormenta brama en medio del Pacífico y el muchacho es lanzado por la borda a un bote salvavidas en compañía de una hiena, una cebra, un orangután y un tigre de Bengala llamado Richard Parker. Pi y el tigre sobreviven y emprenden un peligroso viaje hacia el otro lado del océano. Como la mayor parte de la acción se desarrolla en mar abierto, el libro fue generalmente considerado como imposible de llevar al cine.
Pero, al igual que Anthony Minghella eligió historias inimaginablemente complejas, Lee disfruta con los retos. “Me encanta hallar materiales nuevos para que la labor me resulte más difícil. Me gusta enfrentarme a cosas con las que realmente no sé qué hacer”, dice. El director taiwanés presenta un sobresaliente currículo en cuanto a películas de base literaria. Llevó al público a la Inglaterra del siglo XIX en su maravillosa versión de la obra de Jane Austen Sentido y sensibilidad; y lo trasladó a los espacios naturales de Wyoming con su profundamente conmovedora Brokeback Mountain, basada en un relato breve de Annie Proulx (que a Lee le condujo al Oscar).
El director y su equipo viajaron a Taiwán para realizar la película. Convirtieron un viejo aeropuerto en un estudio y construyeron un gigantesco tanque de agua en el que se rodó gran parte de las escenas de mar, haciendo el tanque las veces del océano Pacífico. Lee realizó pruebas con 3.000 adolescentes antes de dar el papel protagonista al novel actor Suraj Sharma. La película ya ha sido descrita por los críticos como ‘hermosa’, ‘mágica’ y ‘asombrosa’. “Yo quería rodar la película que el libro merecía y ha sido una gran aventura”, dice Lee.
“A medida que la película iba haciéndose realidad el entusiasmo iba apoderándose de mí”, asegura Martel. “Pi ha sido traducida a 42 idiomas. Para mí la película es como el idioma número 43. Y el lenguaje del cine es universal, por lo que trasladarla a la pantalla fue maravilloso. Yo leí el guión al principio y proporcioné información detallada en cada mínimo detalle, pero a eso se limitó mi participación. Yo soy un escritor, no un realizador, por lo que dejé que Ang rodase la película que él quisiera hacer”, explica. “Lo último que desea un director de cine es –supongo– tener a un autor que le dé la lata sobre lo que debería estar haciendo. Yo seguí con mi vida, escribiendo mis libros y criando a mi familia y así, sólo me hice realidad cuando entré en el cine y me puse esas curiosas gafas de 3D”.
¿Su veredicto final? “Es una película visualmente lujosa y deslumbrante. Las escenas de Pi y el tigre en el bote salvavidas son de una belleza impresionante que sin duda cautivará al público; y también hay algunas deliciosas escenas rodadas en la India. En la película abundan las escenas rebosantes de acción, como el hundimiento del barco. Pero Ang Lee tiene el talento de contar la historia sin prisas. También transmite la complejidad de la novela entretejiendo varios elementos y haciendo que ello tenga sentido. En mi opinión, lo primero que hay que hacer es que quien haya leído el libro lo olvide y acepte la película como una experiencia por sus propios méritos”.
Para Yann Martel, “trabajar en el libro fue una labor completamente solitaria; y, luego, que este gran estudio de Hollywood se hiciera cargo de mi película fue algo tan extraño como maravilloso. Los títulos de crédito del final no se acaban nunca; centenares de personas trabajaron en la película”, dice sonriendo. “No obstante, me corresponde muy poco mérito. Es la película de Ang y él merece todas las alabanzas porque fue quien corrió todos los riesgos, al igual que el estudio”.
También resultó satisfactoria la elección del guionista. El trabajo de éste consiste en adaptar el libro sin eliminar la esencia de la historia. Mientras que las novelas tienen en general una estructura narrativa, con descripción detallada, desarrollo de personajes y diálogo, el guión cinematográfico es habitualmente más corto y entraña un conjunto de habilidades totalmente diferentes. “Se piensa en él de una forma que imagino que es distinta de como se hace cuando se está escribiendo un libro, por lo que la narración en un poco diferente”, explica Aline Brosh McKenna. “Es necesario comprimir el argumento y acentuarlo en algunos casos. Cada libro tiene su propio paisaje al que hay que adaptarse, y ése es uno de los retos divertidos: entender qué cosas del libro uno sabe inmediatamente que deben estar en la película y qué es lo que hay que descartar. Disfruto de veras escribiendo guiones cinematográficos; es algo creativamente satisfactorio”, asegura Brosh McKenna, que no tiene planes inmediatos de escribir un libro. “Escribir es una actividad solitaria, por lo que es agradable tener alguna compañía, trabajar con otras personas, como hacemos en los guiones”.
“En los libros que adapto siempre hay algo que me gusta y a lo que verdaderamente respondo”, dice Brosh McKenna hablando de lo que la atrae a proyectos específicos. “Es como enamorarse y tener la sensación de que ‘tengo que trabajar en esto’. En El diablo viste de Prada, lo que me atrajo en el mismo instante en que vi la portada del libro, fue un dibujo de una mujer vestida de diablo que, literalmente, me saltó encima. Algunas veces, cuando estaba trabajando en la adaptación, el director, David Frankel decía: ‘sólo acuérdate de que es el Diablo el que viste de Prada, no la dama menos que agradable que lleva Prada’. Gran parte de la película se contiene en el título. ¿Por qué esa producción tuvo eco entre el público? Creo que era un mundo por el que la gente sentía verdadera curiosidad. Un mundo que rara vez es descrito con ese detalle y precisión. También fue una suerte que la gente estuviera muy interesada en el libro antes de que se convirtiera en película”.
No toda obra literaria lleva a una película de éxito o popular. Muchos amantes de los libros visualizan su propia ‘película’ a medida que van leyendo, y las películas pueden menoscabar la experiencia. “Las grandes películas, como los grandes libros, nos harán pensar. Tienen que entretener”, dice Yann Martel. “¿Quién quiere leer una novela aburrida? Si aspira a ser inmortal, cualquier buena novela tiene que dejar una auténtica impresión en el lector. También tiene que hacer que la gente piense. Lo mismo pasa con las películas. Brokeback Mountain era distraída pero también profundamente conmovedora. El amor malogrado, ya se sabe, es un tema trágico. Esa película hizo que el público pensara sobre la injusticia de la homofobia y la intolerancia, así como en la tristeza con la que tienen que vivir algunas personas”.
El director Ang Lee confía en su instinto a la hora de escoger libros con posibilidades cinematográficas. “Busco libros que me hagan querer dar un brinco y hacer algo con ellos, experimentar. Busco un libro que me haga desear emprender una aventura con el argumento. En ocasiones sólo es un sentimiento; el libro me llega adentro de una forma que ni siquiera puedo describir con palabras. Brokeback Mountain es un ejemplo típico. Es un relato sobre vaqueros homosexuales en Wyoming. No tengo ni idea de lo que la historia tiene en común conmigo, pero puedo decirle que cuando lo leí acabé llorando. Me resultaba desconocido pero dejó dentro de mí una sensación verdaderamente ‘jugosa’. Cuando leí ese libro quise verdaderamente hacer una película y compartir mi experiencia con el público. Lo mismo sucedió con La vida de Pi”.
“La buena literatura tiene una fuerza que también poseen las grandes pinturas y, sin duda, el cine puede igualmente tenerla”, dice, en conclusión, Yann Martel. “El público enloquecerá con los efectos visuales de La vida de Pi. Es un gran ejemplo de la magia del cine. La gente se divertirá con ella y –así lo esperamos— también sentirá que le plantean un reto y pensará sobre lo que todo ello significa. Un latiguillo afirma que una imagen vale más que mil palabras pero, en este caso, resulta que es verdad”.

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