miércoles, 24 de octubre de 2012

RESEÑA DE LIBROS Y LITERATURA.ES


Vacío perfecto, de Stanisław Lem


vacio perfecto - stanislaw lemTítulo:  Vacío perfecto (Doskonała Próżnia, 1971)
Autor:  Stanisław Lem
Traducción:  Jadwiga Maurizio
Editorial:  Impedimenta, 2008
Páginas:  328
ISBN:  9788493655044
Un volumen que recoge las reseñas de quince libros nunca escritos.  Pocas veces el lector encontrará tanta creatividad en un solo libro.

Tarde o temprano tenía que leer Vacío perfecto: una colección de reseñas de libros imaginarios es, para alguien que dedica una parte de su tiempo libre a comentar sus lecturas, una tentación en la que es un placer caer.  Y si además está escrito por Stanisław Lem, es casi una obligación moral.
Escribir sobre libros o autores inexistentes no es una ocurrencia de Stanisław Lem; otros escritores lo hicieron antes que él y lo han vuelto a hacer después; pero Vacío perfecto, uno de los libros que Lem incluyó en la serie Biblioteca del Siglo XXI es, que yo sepa, la única recopilación sistemática de reseñas, tal y como las entendemos habitualmente, del estilo de las que podemos encontrar en periódicos o en blogs como éste.

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Cuando Jorge Luis Borges escribió su Examen de la obra de Herbert Quain o analizó El Quijote de Menard, más que reseñas o críticas de libros imaginarios estaba planteando uno de esos juegos metaliterarios a los que era tan aficionado.  Ni siquiera es equiparable la Enciclopedia de Tlön –un proyecto más cercano a los planteamientos de Lem en Vacío perfecto– ya que, aunque describa minuciosamente el contenido de la Enciclopedia, en realidad es un relato sobre su hallazgo y los acontecimientos que desencadena.
También me viene a la memoria Libros que nunca he escrito, un texto un tanto pretencioso en el que el escritor y crítico George Steiner resume los libros que no llegó a escribir, ya sea porque la tarea se le antojaba titánica o porque dudaba de que el resultado hiciera justicia al planteamiento inicial.  Los libros nonatos de Steiner pueden parecer reseñas, pero tampoco lo son.
Con semejantes antecedentes, no es de extrañar que comenzase la lectura de Vacío perfecto con grandes expectativas y con una cierta aprensión: imaginaba que reseñar un libro de reseñas no debía ser sencillo y menos si lo firmaba un escritor tan denso e imaginativo como Stanisław Lem.  Pero debería haber previsto que Lem, amante de la perfección y dotado de un gran sentido de la ironía, no podría evitar la tentación de cerrar el círculo e incluir entre las reseñas una de un libro que sí existe: el propio Vacío perfecto.  De modo que, por cortesía del autor, este comentario será particularmente fácil de redactar.
Si Vacío perfecto no es un juego borgiano sobre los entresijos de la literatura ni un atajo para presumir, al estilo de Steiner, de los libros tan buenos que podría haber escrito un autor sin molestarse en desarrollarlos entonces, ¿qué es?  ¿Una curiosidad, una broma?
“Al escribir una novela se pierde en cierta forma la libertad creativa. (…)  La tarea de criticar los libros es, a su vez, una especie de trabajos forzados, aún más faltos de nobleza.
Del autor podemos decir, al menos, que se aliena a sí mismo sometiéndose al tema escogido.  El crítico se encuentra en una situación peor: como el presidiario a su carretilla, así está encadenado a la obra que analiza.  El autor pierde su libertad en su propio libro; el crítico, en el ajeno.”
Stanisław Lem, al unir en un mismo texto las figuras del autor y del crítico, busca recuperar la libertad creativa por partida doble.  No sé hasta qué punto este argumento les convence (Lem, tras plantearlo con brillantez en la introducción de Vacío perfecto, se encarga de echarlo por tierra en la reseña del libro), pero lo cierto es que, por una razón o por otra, los libros imaginarios reseñados son un alarde de libertad creativa.
Algunos de los comentarios pueden interpretarse en clave de parodia.  Por ejemplo Gigamesh, un trasunto del Ulises de Joyce que resulta ser una sátira de las “obras totales”, las que pretenden contener en sus páginas toda la literatura o, en este caso, todo el mundo.  Del mismo modo, mientras Les Robinsonades lleva al paroxismo la obra de Defoe y Nada o la circunstancia hace lo propio con la novela posmoderna, Stanisław Lem evidencia el vacío desolador que en ocasiones ocultan los abstrusos artificios que adornan la literatura actual.
El resto de reseñas funcionan como embriones de novelas o ensayos.  Gruppenführer Louis XVI o Idiota están tan desarrolladas, tan definidas en todos sus aspectos en la mente de Lem (de otra manera no hubiera podido analizarlas como lo hace), que parece que podrían darse a la imprenta con tan sólo un poco más de trabajo por parte del autor.
Pero es una ilusión, un truco de prestidigitador; si algo tienen en común los libros reseñados en Vacío perfecto no es que no se hayan escrito, sino que nunca podrán escribirse.  Esto es evidente en  algunos casos; basta leer la reseña de Gigamesh para comprender que escribir un texto así es completamente imposible, tal es su complejidad conceptual y formal.  En otras ocasiones aparece un escollo adicional: algunos de los libros, siendo difíciles para cualquier autor, serían imposibles para Stanisław Lem, ya que su esencia misma, como sucede con el concepto de cosmos-juego de La nueva cosmología, entra en conflicto directo con el corpus de la obra del escritor polaco al desafiar todo aquello en lo que él siempre creyó con la mayor firmeza: la ciencia como lenguaje universal.
En fin, ya que para redactar esta reseña he seguido el hilo argumental de la que el propio autor incluye en su libro (no pretendo saber más que él sobre su obra), y como la ausencia de dificultad nos vuelve perezosos, me permitiré el lujo de terminar citando las palabras de Andrés Ibáñez en el prólogo de Vacío perfecto:
“Difícil será, en cualquier libro presente o pasado, encontrar tanto en tan poco espacio.  El lector termina con la sensación de que los quince libros que comenta Stanisław Lem no sólo existen realmente, sino que él o ella los ha leído atentamente, página por página.  La lectura de este exiguo volumen, que se lee en tres tardes, equivale, en información y en tiempo mental, a tres meses de apasionante y dedicada lectura.”
Y se queda corto.  Cada una de las reseñas de Vacío perfecto contiene tal densidad de fantasía, de literatura, de ciencia y de filosofía que, tras esas tres tardes apasionantes, el lector, con la sensación de contener todo el universo en su cabeza, no puede dejar de preguntarse si el vacío al que hace referencia el título es, en definitiva, lo que queda fuera de él.

Javier BR

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